miércoles, 23 de febrero de 2011

...down the rain.

El martes pasado escribí una entrada llamada singing... Ha tenido algunos comentarios. Todos alagándome en demasía. Gracias a todos. Pero hay un comentario que me ha llamado la atención y me ha dado un nuevo punto de vista de la entrada:

Anónimo dijo...
Una entrada preciosa, pero no hace falta que expongas a todo el mundo, con la excusa de la entrada, el maravilloso profesor que eres. Me consta que así es, no lo dudes nunca, pero, ¿por qué necesitas que lo sepa la gente?, ¿es que quieres que los demás te valoren gracias a eso? ¿No te basta con la satisfacción personal de estar haciendo tan bien tu trabajo, tu vocación? ¿o es que no lo haces solo por eso?...
Me encantaría contestarte "anónimo". La idea de la entrada no es exponer lo bien o lo mal que lo hago. Si analizamos fríamente la situación, la realidad es que SOLO los padres con motivación y cuyos hijos tienen a alguien empujándoles para trabajar vienen a hablar con el profesor. Esos padres son los que luego te sueltan piropos y valoran tu esfuerzo. Cuando te esfuerzas agradeces que alguien lo valore. Por eso me dio el subidón.

La idea de la entrada es la de desahogarme como tantas otras veces. Este trabajo no está bien valorado por la sociedad. Constantemente siento críticas y muchísimos días llego desanimado a casa. Mi gratificación está en cosas que no son puramente académicas. Ese día empezó fatal, pero acabó genial y necesitaba contárselo a alguien. No había nadie a mi alrededor y para desahogarme tiré del blog.

Diariamente, cuando llego a casa, almuerzo hablando del trabajo con mi mujer para desahogarme y ella hace lo mismo conmigo. Después de ese ritual, trato de no hablar demasiado de mi trabajo para no agobiarme, frustrarme ni ser pesado. Casi nunca lo consigo y cada vez que veo a mis amigos profesores o a mis padres, les cuento alguna batallita extrema de los últimos días.

Todos los que han hablado conmigo personalmente saben que ese desahogo personal y la necesidad de contarle a las personas lo que descubro o lo que me pasa por la cabeza fue el motivo por el que empecé a escribir este blog. Aunque luego se haya transformado un poco la idea inicial en otra cosa, sigo necesitando desahogarme a veces.

A la pregunta de si quiero que los demás me valoren por ser un buen profesor, la respuesta es "NO". No es mi objetivo en la vida ser valorado sino disfrutarla a mi manera. Me gusta valorarme yo, y no me importa demasiado cómo me valoren (aunque mentiría si digo que no me importa nada). A veces me valoro bien y a veces mal, como todo el mundo. Es difícil autovalorarse. Si me preguntan si soy un buen profesor, mi respuesta vuelve a ser "NO". No me siento un gran profesor, porque miro a mi alrededor y veo algunos compañeros que consiguen mucho más que yo. Intento aprender de ellos. En esta profesión no se puede parar de aprender. Los chavales y chavalas nos enseñan tanto...

Esta entrada intenta responder las dudas y principalmente alejar la sensación haber parecido ególatra o pedante con la entrada anterior. Cosa que a veces creo que me pasa. Ya os he dicho que algo sí que me importa lo que la gente piense.

EXTRA: Como ayer no pude escribir porque llegué a casa a las 22:30 de la noche, me desahogo hoy con una pequeña continuación de la entrada anterior.

Os comenté que una madre me dijo "imposible que tú no consigas motivar a alguien y llevarlo por el buen camino" después de expresarle mi preocupación por no conseguirlo con una alumna. Ayer vino a hablar conmigo el padre de esa niña. Me dijo básicamente que dejase a su hija en paz. que si molesta le ponga en la puerta o al final de la clase, pero que no le pusiese partes porque "le pueden expulsar y entonces ¿qué hago yo con ella en casa?". Le dije que su hija puede ser lo que quiera, que no es tonta y puede llegar tan lejos como ella quiera, pero que ahora está en una edad en la que no es consciente de ello y hace falta que las personas que nos preocupamos por ella luchemos para que pueda recuperarse cuando se le pase esta edad. Él me dijo que no. Que él no iba a hacer nada por la niña ya (esta chica está en 1ºESO), que era un caso perdido y que la dejase en paz. Que ella ya sabría "qué hacer cuando le falte el pan".

Le dije que yo como profesor no pensaba hacer eso y acabé la conversación educadamente por no acabar a mamporros ante tal demostración de dejadez como padre. Evidentemente, ayer no fue un día "singing" sino un día "down the rain".

Ahora os dejo que mi mujer ha llegado triste y hoy me toca a mí animar a la docente.

Y así van pasando los días...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El comentario era solo una reflexión sobre cómo a veces la vanidad resta valor a lo que hacemos, porque de verdad no te hace falta exponer tu labor a los demás para reafirmarte a ti mismo que lo haces lo mejor que puedes y que por lo tanto, a menudo tienes tus recompensas personales. En esta profesión, y en todas, creo yo, no debemos sobrevalorar nuestros logros, porque entonces, los fracasos nos importarán demasiado.

Tal y como está la educación, hace falta gente como tú con ganas de hacer su trabajo sin importarle las memeces de los inspectores, la dejadez de los padres y la edad tonta de los alumnos. Los profesores son héroes silenciosos en esta sociedad, así que mi enhorabuena por seguir adelante a pesar de ella.

Pirata dijo...

Gracias.