jueves, 4 de febrero de 2010

Tendiendo


Hace escasos cinco minutos estaba tendiendo en mi terraza la última colada que he puesto. Unas sábanas con algo de ropa blanca. Siempre el mismo ritual. Picos con picos, calcetines colgados por la punta para que desagüen si siguen algo empapados de agua, calzoncillos y braguitas por la sisa, y esa forma tan especial y cuidadosa que tengo de tender las camisetas sin usar pinzas. Parece una tontería, pero tender sin pinzas las camisetas me ahorra muchos planchados, así que me esmero especialmente en que queden tensas pero sin pasarme, que las mangas estén extendidas, que coincidan el largo por delante y por detrás, que no quede ninguna arruga al dejarla reposar sobre el tendedero. Un gran tendido es un buen planchado.

Estaba tendiendo. Frente a mi terraza hay una plazoleta donde las palomas asesinan a sus conjéneres, los chiquillos juegan con sus perros asesinos y mis adorables vecinos (echo de menos a los robawifis) de mi propio 13 Rue del Percebe me endulzan las horas de estudio. En esa plazoleta, había un padre "jugando" con su hijo mientras otras dos madres "jugaban" con los suyos. El uno a la voz de "niño juega con la bicicleta" y las otras a la voz de "estamos hablando cosas de mayores". Las cosas de mayores era una conversación acerca de lo poco que querían a sus hijos.

Entre las muchas lindezas que he escuchado, una que me ha roto por la mitad el pecho. El "padre" comentaba que estas navidades se han gastado un dinero en su hijo. Que le han comprado una consola para que pudiese jugar en el cuarto. Que le han regalado también una TDT, para que pueda ver la tele en el cuarto siempre que quiera. Y que encima el niño no se lo agradece.

-"¡Qué te parece!, encima el niño, cada vez que quiere ver algo, se viene al salón y no me deja ver el futbol o lo que sea a mí. Me voy a tener que comprar una tele y ponerla en el cuarto de matrimonio, porque el niño es que siempre quiere estar en el salón con nosotros"

Maldito desagradecido. Con la independencia que da vivir como en una pensión sin tener que darle besos a tus padres cuando llegas a casa, sin necesidad de comer a la hora que ellos digan, sin tener que darles ni un poquito de cariño,... Tú te empeñas en quererles y estar con ellos en vez de irte a tu cuarto a jugar/ver la tele/ahorcarte con una soga/lo que quieras hacer siempre que no molestes a tus padres. Desde luego, ¡qué poco corazón tienes!. Debería darte verguenza todo lo que les molestas.

Yo por desgracia comí con mis padres, jugué con mis padres y cuando quise jugar con otros niños, allí estuvieron mis padres para ayudarme a conocerlos. Yo por desgracia sí sentí cómo me quisieron y me quieren. A mi por desgracia me pusieron una norma: "cada vez que alguien llega a casa, tiene que mirar si hay alguien dentro para darle un beso". Yo por desgracia me fui de su casa para ser querido por otra persona y me dio pena pensar que ya no podía molestarlos más. Yo por desgracia los echo de menos muchas veces.

Ahora me consuelo visitándolos una vez por semana. Hablando con mi madre casi todos los días y metiéndome con ella por lo mucho que le gusta hablar por teléfono (si supiera lo que me gusta hablar con ella aunque me queje...)

Me da pena ese niño que solo tiene todo menos unos padres. Me da mucha pena.

1 comentario:

Rafa dijo...

A mi tambien me da pena ese niño, pero igualmente me da pena ese padre que no sabe la satisfacción que da jugar con su hijo en el pasillo de casa con una pelotita pequeña, ni lo bien que se lo podría pasar viendo la tele con su hijo para reirse de las tonterías que ponen, ni lo agradable que resulta charlar con un renacuajo de cinco años sobre sus amiguitos y sobre el porqué de las cosas pequeñas de la vida.
¡NO SABE LO QUE SE PIERDE!